Un viaje hacia lo natural

Unas semanas atrás alguien me dijo lo siguiente:
—¡Oh! Veo que tú también estás en la moda.
Esto haciendo referencia a mi pelo rizado.
Por supuesto no hubo ninguna mala intención en el comentario, pero lo cierto es que no supe como contestar y me limité a sonreír.
Me parece gracioso que mi pelo natural sea una “moda”, pero más que eso me causa gracia que me digan tal cosa luego de casi diez años llevando mi cabello al natural.
Por supuesto no culpo a esa persona por no haberlo notado hasta ahora, ya que no es alguien a quien vea mucho, por lo que es muy posible que las pocas veces que nos hemos visto haya tenido el pelo recogido o estilizado de alguna forma que la gente no pensaría en su textura natural. Además de que dado que hace unos meses me hice un corte bastante radical, es de esperar que algunas personas crean que apenas empiezo en este mundo rizado.

 

Debido a eso me inspiré a escribir este post sobre mi proceso para llevar mi pelo al natural.

El cabello natural está de moda.

Amo los rizos, siempre lo he hecho, desde niña, pero nunca pensé que mi pelo fuera rizado, crecí con la idea de que mi pelo era “malo”. Es lo que escuché durante casi toda mi vida. Para mí existían dos tipos de cabello: el pelo bueno y el pelo malo.
Para mí pelo bueno era el lacio (obviamente) y también el hermoso cabello rizado que veía en algunas mujeres. Y pelo malo, bueno… El pelo malo era el mío y el de todo aquel que tuviese una textura similar.

 

Si tu cabello era crespo y sin forma… malo. Si tu pelo se enredaba… malo (ojo que en ese entonces creía que el pelo bueno, ya definido arriba, no se enredaba). Si necesitabas del uso de químicos para “controlar” tu cabello y laciarle… malo.
En mi infancia realmente no le daba mucha importancia a lo de mi “pelo malo” pero he de admitir que añoraba poder llevar mi pelo suelto como otras niñas.
Que me peinaran era una tortura. Dolorosos estirones de pelo y coletas tan apretadas que cortaban la circulación. Pero no me quejaba, porque después de todo esa es la vida del “pelo malo” y “el que quiere moño bonito, aguanta jalones”.
Esa frase estoy segura que la conocen todas las mujeres dominicanas. Es el adoctrinamiento que recibimos desde niñas para hacernos creer que debemos sufrir para encajar en un estándar de belleza discriminatorio e irreal.

El que quiere moño bonito aguanta jalones.

De todas formas, yo no odiaba mi cabello. No del todo. Lo detestaba cuando estaba seco y sin forma, porque todo lo que podía hacer era recogerlo en las típicas coletas que se me iban antojando cada vez más infantiles a medida que crecía. Pero cuando estaba mojado la historia era diferente. ¡Oh cuanto lo amaba!. Su forma, su textura, mis rizos que se parecían al “pelo bueno”. Tan pronto tuve la edad suficiente como para que me permitieran lavar mi propio cabello lo hacía tan frecuente como me era posible. Y he de admitir que no eran mis momentos más ecofriendly ya que podía pasar horas muertas en el baño mojando mi cabello. Y siempre me preguntaba porque no podía quedarse así cuando estaba seco, con esas lindas ondas.
Claro, que pensaba entonces que era un defecto inherente de mi “pelo malo” y no de la forma en que era tratado.
Como toda niña de “pelo malo” estaba clara de que mi destino era el desrizado químico, o permanente, como también le conoce. Y no veía ningún problema en ello. De hecho estaba ansiosa. Ya que se suponía que esa era la única forma en que mi pelo sería “manejable”, “presentable” y aceptado.
Si conocen un poco de mí sabrán que empecé la universidad cuando tenía quince años, por lo que para cuando tenía trece años estaba en tercero de bachillerato y estaba harta de la coletas.
Ya tenía suficiente con ser siempre la más pequeña. “La niña”. No quería mis coletas como un recordatorio más de mi edad. Quería llevar mi pelo suelto como todas las demás, por lo que empecé a insistir en que me desrizaran ya.
Admito que mis padres no dijeron que sí de inmediato  ya que a mi padre le parecía que aún era muy pequeña para estarme “ajentando”. Pero gané la batalla, sin tanto esfuerzo. Después de todo ese asunto estaba en poder de mi madre y la idea de no tener que preocuparse por peinarme más no le era para nada repelente.
Así que lo hicimos. Mi madre me llevó a un salón de belleza cerca de mi casa y el calvario comenzó.
El proceso en sí fue molesto. Odié el olor del producto. Y para colmo, dado que tengo una alta tolerancia al dolor lo que yo consideraba una pequeña picazón, que decían era normal, resultó en tener casi todo el cráneo quemado.
Por lo que al día siguiente tenía mi hermosa melena suelta, pero el cráneo cubierto casi en su totalidad por una costra.
Para los que no entiendan se los pondré más claro: El desrizado quema, por lo que hay que ser muy cuidadosos en la aplicación para que no toque el cuero cabelludo.
Pero en fin, eso era solo el precio a pagar por mi “moño bonito”.
Y así empezó la rutina. Calor todas las semanas. Más de una hora bajo el secador porque mi cabello nunca se secaba en menos tiempo, para luego soportar otra media hora el “blower”. Y cada dos meses desrizado químico otra vez.
Sé que no muchas mujeres se quejarían de que la velocidad de crecimiento de su cabello fuese demasiado rápida, pero para mí esto era un problema. Y esto lo entenderá toda mujer que haya pasado por un proceso de desrizado. Cabello nuevo se traducía a cabello malo saliendo, las temidas raíces, lo que significaba un nuevo proceso de desrizado para esas raíces.
Así que, mientras más rápido crece tu pelo, más corto es el período entre un desrizado y otro.
Y después de poco tiempo me di cuenta de que no estaba disfrutando todo ese asunto del “pelo bueno”. De repente no podía hacer nada porque vivía bajo el temor de que cualquier cosa haría que “se me cayera el pelo”. Se acabaron las largas lavadas de pelo ya que no tenía las herramientas para asegurarme de que no se me “cayeran” después. Y las pocas veces en que me permitía lavarme yo misma el cabello, veía con tristeza que mi hermosas ondas ya no estaban allí.
Para cuando cumplí 17 años tomé la decisión.
En enero de 2009 fue cuando me lo planteé por primera vez. Para la fiesta de cumpleaños numero 16 de mi hermana, una de mis tías me hizo unas ondas con calor sobre mi pelo lacio, era la primera vez que veía las dos texturas en mi cabello al mismo tiempo y me di cuenta de algo: definitivamente prefería las ondas.
Así que empecé a pensar en por qué seguía sometiéndome a molestos procesos para obtener un resultado que no me hacía feliz. ¿Sólo porque era conveniente para otros? ¿Sólo para complacer? ¿Sólo para encajar?
Entonces me dije: ¿Y no se supone que yo soy del tipo de persona que busca ser autentica? ¿Fiel a sí misma?
Por los siguientes seis meses no me sometí a ningún desrizado químico. Y mis raíces salían a tomar el control. Podía ver la ondas regresando aunque no tan bellas como las recordaba, en ese entonces no conocía la razón, pero hoy sé que era porque seguí utilizando calor de manera constante para “domar” las raíces.
Cabe mencionar que en ese punto yo no tenía ninguna información. Sólo una decisión: no me desrizaría más.
Pero a lo largo de esos seis meses me enfrenté a las constantes quejas de mi madre: de que no me veía presentable, de que yo era una estudiante de medicina y ese pelo no me representaba, de que mi pelo tampoco la representaba a ella y mi padre y los cargos que ocupaban.
Sigue sorprendiéndome como la gente parece creer que los conocimientos y habilidades se llevan en la apariencia.
Esto sumado a mis temores. Porque debo ser honesta, estaba algo asustada, después de todo lo único que recordaba de mi “pelo malo” era que solo era bonito cuando estaba mojado y en ese instante ni siquiera era tan bonito. No tenía idea de qué hacer ni de qué esperar y terminé sucumbiendo ante la presión.
Me desricé una vez más. Alrededor de junio o julio de 2009. Y esa, digo hoy con orgullo, fue la última vez.
Me arrepentí tan pronto lo hice y todo lo que podía pensar era que había perdido el progreso de medio año. ¡Medio año de crecimiento que eché a la basura! Y lo más importante, es que caí en la cuenta una vez más de que no lo hice por mí sino por lo que los demás estaban diciendo.
En ese momento volví a mi posición anterior: No más desrizado. Dejaría crecer mi cabello natural y ya vería después qué hacer con ellos.
Lo bueno era que estaba más decidida y llena de confianza. Lo malo era que seguía teniendo tan poca información como antes.
En ese entonces el cabello rizado y afro no estaba de “moda”. No había tantos productos e información al alcance de mi mano. Tampoco era una asidua usuaria de youtube ni ninguna red social en sí, por lo que no sabía de otras chicas en el movimiento natural. Y menos conocía en persona, ya que todos a mi alrededor eran de la idea de que estaba haciendo una locura.
Pero esta vez hice oído sordos a los comentarios negativos y, aunque perdida y sin idea, me mantuve firme ante el volver a mi cabello natural.
Claro que, en mi desconocimiento y hasta inocencia, creía que sería un proceso más fácil.
En mi siguiente visita al salón de belleza le dije a la que había sido mi estilista por años que pretendía “sacarme” el desrizado y que si ella sabía cómo. Había escuchado cosas como que la cerveza hacía eso, pero no era más que un mito. De todas formas le dije que no quería que me laciara el pelo, que quería llevarlo rizo. Otra vez creía que eso sería posible de una manera más natural. Pero para hacerlo ella me hizo decenas de rolos pequeños y me puso horas bajo el secador super caliente.
Y todo lo que pensaba era “esto no es lo que quiero”.
Pero al final salí de allí con rizos y esto hizo que las personas tuvieran que hacerse a la idea de que iba en serio.

2009
Por supuesto sabía que mi cabello natural no sería como esos rizos, pero era un comienzo.
Lo siguiente que tuve que hacer fue enfrentarme a una gran decisión: gran corte o transición.
Aunque en aquel entonces yo no dominaba aquellos términos, sí sabía que solo tenía dos opciones. O me cortaba todo el pelo hasta las raíces para que creciera natural o me iba cortando las puntas poco a poco según iba creciendo.
Opté por la transición, ya que para mí cortarme el pelo era algo muy difícil (si mi yo de 17 años viera lo que mi yo de 25 hizo hace unos meses hubiese muerto). Debo decir que si fuera a tomar esa decisión hoy, con los conocimientos que tengo, optaría por el gran corte sin dudar.
El elegir la transición hizo el viaje más tormentoso en mi caso, dado que no sabía como lidiar con las diferentes texturas por lo que lo único que se me ocurría era unificarlas laciando mi pelo con calor, por lo que mi nuevo y natural cabello nunca estaba en su mejor estado y yo aún no entendía por qué.

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Así pasaron unos dos años. Para el 2011 más o menos me sentí cómoda con el largo de mi cabello natural y pedí a mi madre que me cortara todo el pelo que aún tenía procesado.
Y ahí estaba, por primera vez con todo mi cabello natural otra vez. Y no puedo mentir, no me gustó lo que vi.
Me lave la cabeza y me dejé secar al natural, esperando ver los rizos que recordaba. Pero en su lugar me encontré con una maraña de cabello enredado y reseco.
¿El problema? Aún no sabía cómo tratarlos. No tenía idea de que debía elegir mis productos con cuidado y tampoco era consciente del daño por calor que tenía mi cabello natural.
¿Y qué hice? Seguí tratándolo con calor. Era mi cabello natural pero lo estilizaba como cabello lacio.

 

A finales de 2012 fui a un viaje con mis amigos. Estaba de piscina y playa y, por supuesto, el estilizado lacio se pierde tan pronto te mojas el pelo. Así que en la primera noche me desenredé bien el pelo y me puse una cantidad insana de gel, ¿Y qué obtuve? Rizos… Casi… Es decir, obviamente seguían dañados, pero se veían mucho mejor. Y eso me recordó que esa era la forma en que yo quería llevar mi pelo siempre.

 

Así que para 2013 me llené de información. Ahora si había muchos post y vídeos a los que recurrir. Encontré dominicanas como DailyCurlz y Sunkissalba en Youtube y muchas otras afro vloggers. Aprendí sobre los productos sin sulfato, sin sales, sin siliconas y etc. Sobre formas de estilizarme. Sobre texturas, porosidad. Sobre wash and go, twists, bantu knots, flexi rods.
Mi meta era poder hacer uso de los Wash and go, pero dado el daño en mi pelo lo que utilizaba eran los twist y estaba empezando a disfrutar todo el asunto de mi cabello totalmente al natural.

 

Pasaba por alto los comentarios de: peinate, ¿vienes de la playa?, eso no es presentable, etc. Mis pacientes no tenían ningún problema con mi cabello. La atención que les brindaba no cambiaba según mi peinado. Y lo más importante es que por primera vez me estaba sintiendo yo.
Todo iba mejor, pero aún había algunos problemas. Mi cabello seguía dañado y yo no lograba que quedaran con brillo y sin frizz.
Seguía yendo de un estilo a otro. Lacio unas semanas. Rizados otras.
En el 2014, para mi boda y sesión de fotos de la misma, quería llevar mi pelo rizado, pero como por mi cuenta no obtenía resultados ideales decidí pedirle a mi estilista (una diferente a la que mencioné antes pero con la que había estado yendo por años) que me hiciera un peinado rizado para ambas ocasiones. ¿Qué obtuve? Rizos con calor una vez más. Y esta vez sí qué no entendí la razón, porque aquella primera vez en el 2009 comprendía que dado que mi cabello no estaba en su estado natural los rizos con calor eran mi única opción, pero en ese momento no le veía sentido.
El problema: la mayoría de las estilistas de este país no saben trabajar el pelo rizado/afro en su estado natural.
Mi consejo: Si has tomado la decisión de llevar tu cabello natural y sientes que por tu cuenta no obtienes los resultados deseados, ve a un salón especializado en cabello natural. Cuando yo estaba en esa etapa aún no conocía ninguno de estos salones, pero ahora sé de GoNaturalCaribe y MissRizosSalon. Aunque no he ido a ninguno he oído buenos comentarios del primero y me encanta el trabajo que he visto del segundo.
Una semana después de mi boda fui por ultima vez al salón de belleza a laciarme el pelo con calor.
Por los siguientes meses por mi cuenta me arreglaba el pelo, rizado la mayor parte del tiempo, pero aún me pasaba la plancha algunas veces.
En enero del 2015 me planché el pelo por última vez. Y a inicios de febrero decidí que no utilizaría calor nuevamente en mi cabello. Llevaría mi cabello rizado todo el tiempo.
Para evitar tentaciones regalé mi plancha.
Volví a estudiar sobre el cabello rizado y afro y la mejor manera de tratarlo y estilizarlo.
Me encontraba haciendo la transición una vez más. Está vez de cabello natural dañado por el calor a cabello natural sano.
Puede que muchos crean que no se nota la diferencia, pero definitivamente se nota.
Con el paso de los meses me enamoraba más y más de mi cabello.

 

 

Hoy mi cabello está más sano que nunca y solo he vuelto a usar calor para secar unos flexi rods a inicios del 2017, lo que no me gustó para nada (en un salón rizado), una sola vez. He llevado mi cabello al natural todo este tiempo.
Llevar mi cabello exactamente como sale de mi cabeza es una de las mejores decisiones que he tomado. ¡Es liberador!

 

No diré que el camino es fácil, pues no lo es. Uno se encuentra con toda clase de comentarios. Tristemente la mayoría vienen de las personas más cercanas a uno (las madres en especial). No puedo recordar más de una ocasión en la que un desconocido dijo algo sobre mi pelo. Casi siempre cuando un extraño habla de mi cabello es para halagarlo. Pero es posible.
Lo importante cuando decides hacer algo es tener claras tus motivaciones y metas. No dejes que nadie te obligue a ocultar tu esencia.
Todas las texturas de pelo son hermosas en mi opinión, ninguna mejor que otra. Y tú puedes elegir llevar la que más te guste.
Pero que sea porque te guste y no porque sea tu única opción o te sientas obligado.
Las personas debemos aprender a querernos y aceptarnos, sentirnos cómodos en nuestra propia piel. A los demás no le quedará más opción que querernos y aceptarnos también.

Publicado por Haidelis Montero

Escritora.

4 comentarios sobre “Un viaje hacia lo natural

  1. Excelente post! Gracias por compartirnos tu historia o más bien la de tu pelo natural! Se que fui una de las personas que al principio no entendía el por qué decidiste de repente “dejar de peinarte” asociándolo simplemente con vagancia sin entender, en ese momento,lo liberador que es llevar el pelo tal y como nos fue biológicamente otorgado. Me siento muy orgullosa de ti por haber tomado esa desición en ese momento donde el movimiento rizado no era tan fuerte y por ende los comentarios negativos eran mayores y más dolorosos, y agradecerte por hacernos el camino más fácil a las rizadas en transición como yo. A pesar de que aún sigo en lo que para ti fue el 2014, donde a pesar de tener mi pelo natural sigo dándome calor con planchas y secadores, después de leer tu historia te aseguro que, al igual que tú en el 2015, cuando cuente la mía diré: en enero del 2018 me planche el pelo por última vez.

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  2. La verdad que he quedado triste y a la vez fascinada con tu historia querida haidelis, ya que acabo de hacerme el gran corte después de tantas veces que quería dejar de usar químicos, me identifico mucho con esta historia, sobre todo por el tabú de pelo lacio, orgullosa 100%, y avergonzada de haber tenido que durar alrededor de 24 años quemando me cuero cabelludo al querer lucir un cabello irreal, un millón de gracias, querida prima-sobrina.

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    1. Me alegra que le haya gustado. Esta es la historia de muchas, lamentablemente. Esclavas de un sistema que no las hace sentir felices. Pero no importa cuánto tardemos, lo importante es tomar la decisión cuando nos sintamos listos! Felicidades por su gran corte!!

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